Una ola de racismo y clasismo recorre en los últimos días las redes sociales, el paso de la Caravana migrante por nuestro país, desde que cruzara a territorio mexicano en medio de enfrentamientos contra la Policía Federal, quienes buscaban impedir su paso en Chiapas, ha sacado lo peor de algunos mexicanos, quienes han lanzado una serie de improperios y comentarios xenófobos a los inmigrantes centroamericanos.
Lo anterior sin dejar de ser reprobable, raya en lo tragicómico y patético, al ser México un país mestizo con fuertes lazos históricos con los países de Centroamérica. Prácticamente somos los mismos.
Constantemente desde su arribo a nuestro país, hemos sido testigos de cómo las redes sociales se han llenado de comentarios negativos; que si son criminales, que si se van a quedar con los trabajos de los mexicanos, en caso de no poder pasar a Estados Unidos, que si son sucios (como si nosotros fuéramos muy limpios), que si son malagradecidos, que si tiran basura (como si nosotros no la tiráramos) , que si tiran comida, que si mejor porque no ayudamos a los “necesitados de nuestro país” (como si todos ellos ayudaran), un sinfín de comentarios que revelan ya no sólo el clasismo tan presente en México, sino también racismo y xenofobia.
Se han visto comentarios que recuerdan la retórica del Presidente Trump en contra de los mexicanos. Con qué cara y calidad moral vamos a protestar por los malos tratos que sufren los connacionales en Estados Unidos si nosotros mismos no somos capaces de mostrar empatía a la situación de violencia y extrema pobreza que ha empujado a miles de centroamericanos a dejar sus hogares en búsqueda de mejores condiciones de vida en Estados Unidos o aquí de darse el caso.
Sin justificar la ola racista que recorre Estados Unidos entre una buena parte de la población blanca en el vecino del norte, ésta es entendible si ponemos atención a siglos de historia en que predominaba la falsa creencia de una superioridad aria. Pero esta supuesta superioridad entre algunos sectores de la sociedad mexicana resulta por momentos risible y patética.
El no poder mostrar solidaridad ante un éxodo como el que estamos viendo, en condiciones tan difíciles y penosas, debería llenarnos de vergüenza.
Buscar mejores condiciones de vida, es un derecho, no un privilegio.
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