Si, -como lo ha venido proclamando desde hace tiempo Andrés Manuel López Obrador-, su triunfo electoral representa el inicio de la cuarta transformación nacional, del tamaño y profundidad de las tres previas, la Independencia, la Reforma y la Revolución, no podemos saberlo todavía. Sin embargo, es evidente que el 1 de julio la vida política del país sufrió una conmoción semejante a un terremoto que ha dejado en ruinas a la clase política tradicional y a sus formaciones partidarias. Un partido con apenas cuatro años de existencia, ganó en una proporción mayor de dos a uno en la elección presidencial a todos los otros reunidos y los arrolló en las cámaras. No obstante que, de éstos, el PRI detenta la presidencia de la República y junto con el PAN y el PRD, la totalidad de los gobiernos de los estados, la mayoría calificada en ambas cámaras del Congreso de la Unión y en las 32 legislaturas estatales. A este aparato, influyente de mil maneras, se le sumó la gigantesca movilización de recursos económicos, campañas propagandísticas contra el candidato López Obrador en todos los medios posibles incluyendo las redes sociales. Operó además, un contexto latinoamericano adverso a los proyectos tildados de “populistas”, con derrotas previas en Chile, Argentina, Perú, Brasil y Colombia y triunfos de candidatos con perfiles muy similares a los del PRI y el PAN. Asimismo, pese a la agitación del espantajo venezolano, insistiendo hasta la saciedad que un triunfo de MORENA, significaría caer en la hiperinflación de Venezuela, en la dictadura, en la carencia de recursos básicos, las emigraciones masivas, etc. Nada de todo esto valió para inhibir o modificar la voluntad de los electores: hubo una afluencia masiva en las urnas y más del 53{1735f8c4d45cf8a7c22ecbf90211e3be8db77eaf7294ee842f16f03e71870070} votó a favor de López Obrador y su idea de realizar una auténtica revolución por la vía pacífica, a diferencia de las tres anteriores, que fueron en extremo violentas.
CAUSAS Y RAZONES
Se ha enfatizado que una de las causas por las cuales se produjo este hecho sorprendente es el hartazgo de las mayorías sociales ante un sistema de partidos a cuya sombra ha proliferado la corrupción estatal. Negocios privados en combinación con el ejercicio de las funciones públicas han caracterizado un gobierno de rapaces que finalmente acabó por colmar la paciencia popular. López Obrador fue el único político que en su largo caminar por el país, pudo entender y asimilar a fondo este ánimo generalizado. Convirtió la divisa contra la corrupción en el eje de su actuar y el estandarte de su campaña. Lo hizo, algo fundamental, apoyado en un prestigio personal como hombre honrado que ninguno de sus opositores y detractores, pudo ni siquiera rozar. Quisiera destacar otros dos factores: el trabajo desarrollado por decenas de miles de activistas de MORENA, que respondieron a la convocatoria. Fueron la levadura que hinchó a un movimiento social en el cual confluyeron reclamos, inconformidades, agravios nunca resueltos y también energías colectivas. Otro, fue el aval y apoyo prestado por numerosas plumas de intelectuales de pensamiento crítico, que no solo contrarrestaron la influencia de otro grupo volcado en contra de López Obrador, sino que le prestaron a la causa valiosos argumentos para desmontar las insidiosas campañas cuyo objetivo era liquidarlo políticamente. Las primeras iniciativas de ley, así como las medidas administrativas que ha tomado, van a trastocar buena parte de las reglas y usos políticos en los cuales ha descansado hasta hoy el régimen político mexicano. Dos de ellas: la disminución de los ingresos (por sueldos, compensaciones, viáticos, etc) de los altos funcionarios en los tres poderes de la Unión y la eliminación de la mal llamada pensión a los expresidentes, son inmensamente populares. Lo son igualmente los programas de apoyo a los jóvenes estudiantes y aprendices incorporados a las empresas, inversiones en recursos humanos de gran envergadura. Otra, el confiar la administración de los recursos federales enviados a los estados a delegados especiales dependientes del Presidente, de igual manera es advertida como un deseado antídoto para acabar con la enfermedad crónica de las corruptelas en los gobiernos estatales, varios de cuyos titulares han hecho chilar y huerta con estos dineros. El remedio, lleva la tinte del centralismo que distinguió al régimen priísta en sus momentos de esplendor, sin embargo, nada hicieron los mandatarios estatales para mostrar la eficacia del manejo de recursos federales, cuando se modificó a su favor el sistema anterior. Por ello, casi nada podrán hacer para oponerse a la nueva normatividad.
UN GENUINO ESTADISTA A PRUEBA
Aún antes de que se renueve el Congreso Federal y antes de asumir formalmente el cargo, López Obrador actúa ya como el hombre del Estado. Esto es uno de los signos que marcarán el sexenio. A diferencia de los últimos mandatarios, no tiene necesidad de negociar prebendas con líderes sindicales, caciques, empresarios, gobernadores, dueños de medios. Ejercerá sus facultades legales y meta jurídicas a plenitud. Sin concesiones. Esto lo convierte en uno de los presidentes mexicanos con mayor poder, quizá como ningún otro en la historia. Se trata de un político con agallas de estadista, con un aguzado instinto que le permite captar el sentir de las masas. Por eso, desde el primer día está dando golpes espectaculares. Muchos de los paradigmas y estrategias de gobierno, serán alterados durante los próximos años. Por vía de ejemplo, pongo el anuncio de AMLO de que dejará para la segunda parte del sexenio la ejecución de reformas “estructurales”. Cualquiera pensaría que debe aprovechar el cuantioso capital político con que ahora cuenta para pisar el acelerador y realizar las transformaciones anheladas, como se acostumbra aquí y en China. Pues no. Primero calará al gobierno y se arriesgará a las siempre peligrosas elecciones intermedias para emprender cambios de gran envergadura. Esto revela confianza en el futuro y en su estrella personal. Pero tiene su lógica. Si sus políticas iniciales “pegan”, no habrá fuerza, ni interna ni externa capaz de frenar la cuarta transformación. Y el gobierno tendrá tiempo para valorar y sopesar los proyectos viables y los que deban abandonarse. Uno de los puntos de la agenda es su relación con el gobierno de Estados Unidos. Debe mantener fluida la relación con Trump, al mismo tiempo que sostiene con entereza los intereses de México frente a las agresiones del norteamericano. Mal empezaría si acepta la creación de una patrulla fronteriza mexicana, cuyo sólo nombre despierta infames recuerdos e imágenes, para impedir el ingreso de los migrantes centroamericanos. En cualquier caso, lo que puede afirmarse, en consonancia con una de sus ideas preferidas, la política exterior siempre está determinada por la interior. Si ésta funciona, contribuyendo a levantar la unidad de las mayorías en torno al Presidente, éste puede negociar con mejores armas y recursos. Es radicalmente distinto hablar con la nación tras de sí, que hacerlo desde un podio desprestigiado y sin autoridad moral. La voz de López Obrador será de aquellas que deben escucharse con respeto. Por lo pronto, hemos de considerar que los análisis y la crítica, deberán afilarse cada día, para estar en condiciones de seguir el ritmo a un estadista con sobrados dotes de pionero. Iremos de novedad en novedad. MORENA Imposible dejar fuera en una primera visión del nuevo régimen a MORENA, el partido fundado por AMLO. Fue el instrumento legal, político y organizativo que lo llevó a Palacio Nacional. ¿Servirá igual para sostenerlo y para poner en marcha el ambicioso programa enarbolado?. En positivo, debemos decir que tuvo suficiente capacidad de convocatoria para aglutinar a innumerables ciudadanos y contingentes populares. Fue el receptáculo y el vehículo para poner en acto a la protesta ciudadana, el interrogante es si tendrá la capacidad para cohesionar a hombres y mujeres, con antecedentes e ideologías variopintas. En MORENA están quienes vienen de las izquierdas militantes, con ellos se formó el original núcleo duro. Sin embargo, pronto engrosó sus filas, sobre todo en esta campaña electoral, con afluente del priísmo, conformado por políticos totalmente pragmáticos, sin ideario definido, que excluidos de su organismo de origen, se montaron en la ola lopezobradorista, luego, de igual manera otros llegados desde el PAN, con la mente puesta en los puestos públicos, manteniendo filosofías y posiciones de las derechas. MORENA, al parecer da para todos. Sus mandamientos: “No robar, no traicionar, no mentir”, son lo suficientemente amplios como para aglutinar a los pensamientos más disímbolos. Algunos quisieran escuchar en los actos del partido desde las canciones de la oposición y las protestas sociales hasta los versos de La Internacional, otros, están invitando a las reuniones a curas católicos para que bendigan la causa y a la organización. No faltarán los pastores que vayan a predicar “a favor de la vida” y de los “matrimonios naturales instituidos por Dios”. Vamos a ver hasta donde se resisten las tensiones que hechos como éstos inevitablemente causarán. MORENA, tendrá que enfrentar otro problema propio de organismos que crecen demasiado rápido y se hacen gobierno. No acaban de consolidar sus estructuras, reglas y prácticas cuando se hacen presentes las exigencias externas y los impactos derivados de la dinámica del poder. Si recibió la afluencia de incontables oportunistas y pragmáticos en cuanto éstos olfatearon el triunfo seguro de AMLO, a sus puertas llegarán muchedumbres, ahora que será gobierno. Es el sino de la política. Su gran tarea es afianzar un ideario y un programa netamente populares y progresistas, sin concesiones a grupos de interés económico y a los dogmáticos religiosos, ambos, conductores seguros al desprestigio, a la fragmentación y a la derrota. Debe rápidamente, así como creció, estar en condiciones de mantenerse unido y bien aceitado cuando falte su dirigente principal, circunstancia que indefectiblemente sucederá. Dicho desde otro ángulo, habrá de pasar de movimiento a partido, sin perder los atractivos, frescura y espontaneísmo de aquel, al tiempo que adquiere firmeza ideológico-política, consistencia de sus órganos internos y capacidad para persistir, en las buenas y en las malas.
Opina