Tropas mexicanas de Félix Gómez y Rivas Guillén derrotan a una fracción de la Punitiva de Pershing que perseguía a Villa
Por Jesús González Raizola*
Por la insistencia de tres jóvenes que estudian Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Chihuahua acepté ir con ellos, en automóvil, al poblado de El Carrizal, municipio de Ahumada, para que les platicara lo que aconteció allí el 21 de junio de 1916 cuando los soldados mexicanos del regimiento que jefaturaba el general brigadier Félix Uresti Gómez y el teniente coronel Genovevo Rivas Guillén, derrotaron a una fracción armada de la expedición punitiva que perseguía a Pancho Villa a raíz del asalto que este guerrillero realizó al pueblo de Columbus, Nuevo México, el 9 de marzo de ese propio año de 1916.
El viaje lo hicimos el sábado 21 de junio de 2014, hace dos años, y mientras uno de los muchachos manejaba, los otros dos me bombardeaban de preguntas debido a que era poca, casi ninguna la información que ellos tenían de este avento histórico que años atrás era conmemorado con gran solemnidad por los distinguidos miembros de la Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos radicados en la capital estatal, en Parral, Jiménez y en Ciudad Juárez.
Se trasladaban, como religión, cada 21 de junio a El Carrizal imbuidos de un desbordante fervor cívico y nacionalista, preparados para recordar que en defensa del honor mexicano allí murió el general Gómez y en su lugar el teniente coronel Rivas Guillén, impidieron el avance de los gringos que pedían desplazarse, por orden del presidente Venustiano Carranza, sólo hacia el norte, su tierra, pero no hacia el sur, o sea al interior del territorio chihuahuense y mexicano.
Yo tuve la satisfacción, les decía durante el recorrido a mis jóvenes oyentes, de haber asistido en más de una ocasión a la ceremonia del 21 de junio en El Carrizal entre los años de 1960 finales de 1970. Y así conocí a hombres y mujeres de edad avanzada que concurrían por vivir o haber vivido allí y testimoniaban de diferentes maneras los sucesos históricos allí acontecidos.
De la ciudad de Chihuahua salimos temprano, a las 8, hacia El Carrizal porque les advertí a mis jóvenes amigos que el acto principal de la conmemoración se llevaba a cabo a las 0nce de la mañana en punto, hora precisamente en que llegamos al sitio sin advertir ninguna señal relacionada con la ceremonia, hasta que empezaron a salir los allí residentes, ya muy pocos por cierto, y nos informaron que ahora el acto principal se lleva a cabo a las cinco de la tarde.
De las once de la mañana de antaño a las cinco de la tarde de ahora porque el presidente municipal de Villa Ahumada encabeza una cabalgata que sale a las tres de la tarde de aquel lugar y llega a las cinco, o más tarde a El Carrizal, nos informaron los vecinos que ya nos rodeaban con la curiosidad propia, sencilla y sincera de las gentes de nuestro campo, los que agregaban que la cerveza y la barbacoa llegaban «como a las dos» por si gustábamos esperarnos para botanear y beber el refrigerio.
Nos reímos porque jamás imaginamos encontrar detalles como ese, puesto que yo les había dicho a los muchachos que la ceremonia resultaba emotiva, con asistencia y participación de grandes personajes de la cultura, la docencia, la historia, la política, como el profesor Armando B. Chávez, el agrónomo Benjamín Herrera Vargas, el abogado Clemente Bolio, la maestra María Barrón de Avellano, don Daniel Minjares Perea, el profesor Baudelio Pérez, el maestro Ricardo Salgado, el licenciado Adolfo Chávez Calderón, el profesor Agustín Méndez Rosas, la maestra Amanda Hernández Saavedra, el profesor Jesús Coello Avendaño, don Francisco R. Almada, el abogado Gonzalo Reyes Vázquez, el contador José María Mercado, el poeta Felipe Montilla Duarte, el maestro Apolinar Frías Prieto y muchos otros más que con sus piezas oratorias, sus narraciones históricas o con sus sencillas conversaciones alusivas al momento que se conmemoraba, daban lustre y gran significación al recuerdo anual de la Batalla de El Carrizal tan relevante en los anales que registran la defensa de nuestro territorio.
–Pues ni modo–, dicen casi a coro, desalentados, los muchachos mis amigos, que vinieron con grandes deseos de presenciar la significativa conmemoración que yo les había descrito tal cual acontecía, en los años anteriores.
–Vámonos pues a comer unos burritos con asadero en Villa Ahumada–, dijo el universitario que había manejado el auto desde la ciudad de Chihuahua y el principal instigador para que los acompañara en este viaje.
–Un momento, jóvenes– le dije. Antes que el burrito de asadero me es preciso llevarlos a aquella casa donde están los dos cuartitos de adobe que alojaron al Presidente de la República, don Benito Juárez del 6 al 9 de agosto de 1865, a su paso por aquí, procedente de la ciudad de Chihuahua hacia El Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez.
Les expliqué que en esos cuartitos, lamentablemente ya muy entrados en ruinas, durmió el Benemérito de las Américas porque el dueño de la finca, don Ignacio Domínguez, los preparó especialmente para que se alojara el Indio de Guelatao, desde que la comitiva presidencial llegó aquel día a El Carrizal ya programados para estar allí los tres días mencionados.
Según lo que he leído en numerosos estudios y libros registran los hechos notables del peregrinar de La Reforma, también don Eutimio Grijalva ofreció alojamiento en su casa a don Sebastián Lerdo de Tejada, ministro juarista de Relaciones Exteriores y Gobernación; a don José María Iglesias, ministro de Hacienda, Fomento e Instrucción Pública.
En tanto que otro residente de El Carrizal, don Pedro Grajeda, llevó a su casa al general Anastasio Aranda, ministro de Guerra y Marina, así como al director general del Servicio Postal Mexicano que era don Guillermo Prieto.
El señor Manuel Bernal, ferviente partidario en El Carrizal de la causa juarista, hospedó en su casa al señor Juan Urueta, cochero del carruaje presidencial del presidente Juárez desde 1863 hasta 1867.
Vieron mis amigos universitarios la piedra, grandota, al lado de la puerta principal de lo que fuera la casa de don Ignacio Domínguez, en la que Juárez se sentaba por las tarde calurosas de aquel terrible junio del desierto chihuahuense y en donde, revela Prieto en sus Memorias, don Benito le dictaba algunos acuerdos de urgente expedición que se enviaban, según el caso, con un propio a caballo, a Chihuahua o a El Paso del Norte.
Sin pecar de vanidad, ese viaje a El Carrizal el 21 de junio de 2014 acrecentó la respetuosa amistad que me dispensan los muchachos que muy pronto serán Licenciados en Ciencias de la Comunicación, egresados de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de Universidad Autónoma de Chihuahua, lo cual me complace sobremanera y agradezco con toda atención .
*Premio Nacional de Periodismo 1973
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