Antes y durante las campañas presidenciales que culminaron el pasado primero de julio tuve pocas y limitadas conversaciones sobre lo que sucedería en la contienda y en los “proyectos” de gobierno de todas las opciones. Por diversas circunstancias me mantuve alejado de las redes sociales durante casi todo el proceso por lo que mis referentes principales se encontraban en estas conversaciones y en lo que se podía leer en revistas y diarios al respecto. Aún así, la constante se mantenía desde las elecciones de 2006 pues en Andrés Manuel López Obrador se percibían grandes temores, razones aparentemente sólidas para desconfiar en su capacidad y voluntad para conducir a México por las vías del desarrollo y la democracia.
En todos estos meses, mantuve la predicción de que ganaría Obrador, más por las fisuras en el PRI y por los destrozos que dejó Anaya y Zavala al interior del PAN, que por una confianza en el trabajo político elaborado desde Morena. Me enfrenté a opiniones que iban de la incredulidad en la victoria de Obrador, al temor de la posibilidad de su triunfo en las urnas. En mi particular caso, no significó una sorpresa, quizá en cierta medida, lo sorpresivo fue la ventaja que le llevó a sus oponentes. No obstante, el asombro llegó cuando el mismo INE comenzó a presentar el mapa nacional y su drástico cambio de colores. Lo sorprendente no es López Obrador, sino la oleada que arrastró con él en municipios, gubernaturas, senadurías, diputaciones y demás cargos públicos ganados.
Sorprendente es, ver que Morena se hizo de un espacio en la región norte de México. Lugar en el que la causa de López Obrador (históricamente) había levantado poco interés durante varios años y que dicho desinterés iba también de los norteños hacia Morena. Sorprendente es, ver en las lonas de conteo del INE cómo Morena fue el oponente a derrotar para todos los cargos públicos disputados. Sorprendente es la consolidación de la mayoría de Morena en ambas cámaras que es cierto, dicha mayoría se alcanzó en coalición con PT y PES, pero al final es una jugosa mayoría inédita desde 1997 ¿La sorpresa es injustificada?
La intención aquí no es azotarnos por ser incrédulos o demasiado crueles con la política mexicana. Por el contrario, toca hacerse varias preguntas y conjeturas para evadir algunos de los peligros de la ingenuidad. ¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo pasó Morena de ser una asociación civil fundada en 2011 a ser el partido político más grande en 2018 con presidencia incluida? ¿Cómo pasó el PRI de ser el partido más importante durante cerca de 90 años a formar parte de la llamada “chiquillada”?
Las causas del fracaso del PRI, PAN y PRD son a estas alturas bien conocidas, casi evidentes a simple vista. En el caso de Morena vale la pena preguntar en qué medida se mantuvo realmente “pura” en términos de integrantes y colaboradores.
Más allá de las incómodas militancias y candidaturas que se fueron agregando a la filas de Morena (como Cuauhtémoc Blanco en la gubernatura de Morelos o la propuesta de Manuel Bartlett para dirigir la CFE), quizás buena parte de la respuesta se encuentra en los operadores políticos que se unieron a la chamba, haciendo esas labores cruciales para juntar simpatías y números pero sin hacer mucho ruido con el perfil bajo y los resultados cultivados.
Más allá del dichoso y confuso populismo (aunque muy acertado) que se le atribuye al estilo de Obrador y de Morena, no cabe duda que la campaña del primero, como un misionero que “pueblea”, obtuvo resultados en su insistencia por los discursos aunque acertados en análisis, sencillos, incendiarios, maniqueos y formados más bien por slogans y no así por una ideología terminada o clara. Podemos señalar todo lo que queramos la pobreza en el debate político estadounidense por ese populismo en ascenso, pero no es posible negar que el hay cierto paralelismo en el populismo de este lado. Esta manera de hacer política dio fruto porque concentró la furia, el hartazgo y el aburrimiento por todo lo demás que en apariencia no es lo mismo.
Populismo oportuno de Morena puesto que encontró su momento para convertirse en el objetivo de esas enormes concentraciones de votos furiosos y con ánimos de castigo. En un primer momento parece ser claro que la venganza electoral va en dirección del PRI y el PAN pero si nos atenemos a la perspectiva populista, esa iría más bien orientada hacia el sistema partidista y a la cómoda y nada confiable clase política ¿y aún así nos incomoda hablar de un presidente populista en México que se la pasó hablando de la mafia del poder?
Además de ser el puente para toda esa cólera, Morena también se decidió por una estrategia electoral de pragmatismo que sus contendientes no supieron o más bien, no quisieron seguir para engrosar sus números. Meade con su necedad inexplicable por mantener su proyecto de indigerible continuismo y Anaya vivió en persona las consecuencias de su autoritarismo hacia el interior de su partido. Las elecciones son siempre un asunto de números y esa es toda la explicación de la enorme apertura que tendió Morena a los interesados.
Pudo no tener a su disposición a una base “sólida” como los sectores sociales del PRI y su dichoso voto duro pero si algo indica que esto no tiene la misma importancia que antes es que aún con personajes como Cuauhtémoc Blanco o Bartlett en sus filas, sus números no sólo se mantuvieron sino que despegaron. Tal vez la promesa del fin de la corrupción, tal vez se movilizaron los intereses a otra zona más estratégica de la política mexicana; como haya sido, los objetivos se alcanzaron.
Aquí apenas unos pocos y tímidos caminos para empezar comenzar a ilustrar el panorama. Es pronto para conclusiones, muy pronto para que se hagan evidentes los acuerdos que suceden bajo la mesa. Sin duda la victoria generalizada de la coalición de Morena-PT-PES es un evento trascendente para la democratización de México pero no nos dejemos llevar tan fácil por esa esperanza que no raja.
Este país aún está lejos de alcanzar una vida pública democrática y por lo que nos explica la historia; el populismo y la sobre concentración de poder no son caminos que llevan a ese destino.
Opina